Comer sin lactosa puede tener varios beneficios para aquellas personas que son intolerantes.
Qué es la lactosa
La lactosa es el principal tipo de azúcar o carbohidrato que se encuentra en la leche y otros productos lácteos. Está formada por glucosa y galactosa, dos azúcares simples que el cuerpo utiliza como fuente de energía.
Para poder digerir la lactosa, el cuerpo necesita una enzima llamada lactasa. Esta descompone la lactosa en glucosa y galactosa.
La leche materna contiene un 7,2% de lactosa (la leche de vaca solo un 4,7%) que aporta al niño hasta el 50% de la energía que necesita.
Aunque la glucosa se puede encontrar en varios tipos de alimentos, la lactosa es la única fuente de galactosa. La galactosa desempeña varias funciones biológicas y participa en procesos inmunitarios y neuronales.
La lactosa y su relación con la absorción de calcio y otros minerales
Según los últimos estudios, la lactosa podría influir en la absorción del calcio y otros minerales, como cobre y zinc, especialmente durante la etapa de lactancia.
Además, cuando no se digiere en el intestino delgado, la microbiota o flora intestinal —conjunto de microorganismos que habita en el tracto digestivo— puede aprovechar la lactosa como fuente de nutrientes prebióticos.
Tanto la lactosa como otros azúcares presentes en la leche estimulan el crecimiento de bifidobacterias en el intestino, lo que podría ayudar a preservar ciertas funciones inmunitarias y retrasar su deterioro a medida que envejecemos.
Intolerancia a la lactosa
La intolerancia a la lactosa aparece cuando el intestino delgado no produce suficiente cantidad de esta enzima. Esto genera molestias intestinales como hinchazón, diarrea o gases. Sin embargo, estos síntomas no son exclusivos de la intolerancia a la lactosa y pueden estar relacionados con factores psicológicos o trastornos intestinales.
Es importante recordar que la intolerancia a la lactosa no es una enfermedad, sino una dolencia. Esto significa que no es perjudicial para la salud. Asimismo, la intolerancia no debe confundirse con la alergia a la proteína de la leche de vaca, que es una condición inmunitaria.
El diagnóstico de intolerancia a la lactosa se debe llevar a cabo con controles médicos rigurosos por medio de una prueba especial que consiste en una exposición oral de una dosis estándar de lactosa para detectar en el aire espirado el hidrógeno producido por la flora intestinal.
En ningún caso es una condición que se pueda autodiagnosticar.
Diferencias entre la intolerancia a la lactosa y la mala digestión de productos lácteos
La intolerancia y la mala digestión de la lactosa son dos cosas distintas.
Por un lado, en ambos casos solo se digiere una parte de la lactosa; la lactosa sin digerir llega hasta el colon. En algunas personas, la fermentación bacteriana de la lactosa sin digerir en el colon produce síntomas como hinchazón o diarrea. Esto es lo que se conoce como intolerancia a la lactosa.
La mala digestión se refiere a la dificultad para digerir la lactosa y afecta a la mayoría de la gente en todo el mundo. Se debe a la disminución normal de la actividad de la lactasa y aparece después del destete, reduciéndose de forma natural. En la mayoría de personas, la mala digestión de la lactosa produce pocos síntomas o es asintomática.
Dieta sin lactosa: ¿cuándo es recomendable?
Evitar el consumo de leche y productos lácteos puede tener consecuencias para la salud. Las organizaciones médicas recomiendan no dejar de consumir productos lácteos, incluso en los casos de intolerancia o mala digestión.
Se recomienda consumir pequeñas cantidades de lactosa, como, por ejemplo, el yogur, que contiene bacterias vivas que ayudan a digerir la lactosa que contiene, así como quesos sin lactosa o bajos en lactosa.
Comer sin lactosa es necesario únicamente en casos poco frecuentes, como son los de niños con deficiencia de lactasa congénita. La deficiencia total de lactasa es una enfermedad rara que afecta a menos de 50 personas en todo el mundo.
En caso de no padecer intolerancia, la retirada de la lactosa no aporta ningún beneficio extra para la salud. De hecho, es importante tener en cuenta que retirar los productos lácteos de la dieta sin tener ningún tipo de intolerancia a los mismos puede ser perjudicial.
Los estudios señalan que la producción de lactasa en el intestino depende del consumo mantenido de lactosa. Si la eliminamos de la dieta durante un tiempo prolongado, nuestro intestino dejará de producir lactasa. Como consecuencia, una persona que era perfectamente tolerante puede desarrollar intolerancia.
Además, hay que tener en cuenta que en el caso de los niños es habitual que se trate de una intolerancia transitoria. Por ello, en cuanto se vuelve a introducir la lactosa, el intestino vuelve a sintetizar la lactasa, recuperando la tolerancia en un tiempo.
En conclusión, no se debe retirar ningún alimento sin indicación médica, especialmente durante etapas infantiles de crecimiento, ya que implica un déficit de macro y micronutrientes fundamentales para el desarrollo y crecimiento de huesos y distintos tejidos.
Qué son los productos sin lactosa
La productos sin lactosa se obtienen añadiendo lactasa, la enzima que descompone la lactosa en el organismo. Estos productos tienen prácticamente el mismo sabor, textura y perfil nutricional que los lácteos normales.
Beneficios de comer sin lactosa para las personas intolerantes
La leche sin lactosa contiene los mismos nutrientes que la leche normal
Al igual que la leche normal, la alternativa sin lactosa es una gran fuente de proteínas, ya que aporta alrededor de 8 gramos en una porción de 1 taza (240 ml).
Asimismo, la leche tiene un alto contenido de micronutrientes importantes como calcio, fósforo, vitamina B12 y riboflavina.
Más fácil de digerir para las personas intolerantes
Los productos sin lactosa contienen lactasa agregada, lo que ayuda a reducir o eliminar los síntomas y permiten una digestión más eficiente.
Los productos sin lactosa permiten mantener todos los nutrientes de los productos lácteos en la dieta
Evitar el consumo de lácteos puede producir una falta de nutrientes, como la baja ingesta de calcio, afectando al mantenimiento normal de huesos y dientes.
Para tener una adecuada ingesta de calcio, se recomienda a las personas con mala digestión o intolerancia de la lactosa que consuman otro tipo de lácteos, como quesos sin lactosa o bajos en lactosa (chédar, provolone, mozzarella, Grana Padano, etc.), así como yogures, que tienen bacterias vivas que favorecen la digestión del propio yogur.